Manuel Adrianzén, nace en Lima, Perú en el año 1977. Es esta ciudad y en particular son sus personajes urbanos (mendigos, locos, prostitutas, músicos ambulantes) los que forman su primer tema de interés en su obra. Es un interés por lo humano, tratando de reivindicar a estos personajes mediante el retrato a manera de devolverles cierta dignidad perdida que a lo largo de una vida dura ha ido deshumanizándolos.
A pesar de tener una facilidad para el dibujo desde la infancia, no fue hasta el año 1999 en que decide emprender la carrera artística y en 2000 ingresa a la facultad de arte de la Pontificia Universidad Católica del Perú para especializarse en pintura. Durante este período de aprendizaje surge también el interés por el desnudo femenino como también por el surrealismo . Temas vinculados donde la mujer es portadora no sólo de sensualidad sino de sensibilidad y verdad como muestra fiel y pura de su propia esencia. A lo largo de los años la imagen de la mujer va adquiriendo una mayor carga psicológica siendo específicamente la oscuridad de los fondos y el aislamiento en que las protagonistas están inmersas los que manifiestan el inicio del interés por una exploración profunda del inconsciente. Y es precisamente de este afán de búsqueda personal de donde nació en primer lugar su interés por el arte y también por el cual decide abandonar los estudios ya que esta motivación y el interés por perfeccionar el aspecto técnico no coincidían con el ritmo de las exigencias académicas.
Es en 2011 cuando se muda a Croacia y va a residir en Mljet, una isla en el mar Adriático. Durante cinco años de estadía el contacto con la naturaleza, el mar, el aislamiento, y las inquietudes personales como artísticas son las fuerzas propiciadoras para un proceso de introspección más allá del plano personal. De este período sobresalen los trabajos míticos-simbólicos donde la imagen de la mujer es la protagonista, la “materia prima” que se transforma en el proceso alquímico.
En 2016 se muda a Bruselas donde no solamente tiene contacto con el arte clásico de los grandes museos, el cual ha sido una enorme influencia en su obra, sino que al regresar a una ciudad cosmopolita vuelve a encontrarse con aquellos personajes urbanos lo cual lo influencia para terminar una idea iniciada ya en Lima, la obra “El hombre en la caja” es el resultado. También es en Bruselas donde la imagen de Magritte, pintor surrealista ni más, va a adquirir simbólicamente un carácter divino en su obra “El viejo sabio” en la que se hace referencia a un estado de iluminación.
Actualmente, Manuel vive y trabaja en Málaga, cerca al mar, experimentando y aprendiendo continuamente.